La sociedad de la cancelación o la literatura como lo incancelable

Resumen

Reflexionar sobre la cancelación nos invita a ampliar nuestros horizontes, ya que muchos puntos convergen en este fenómeno. La noción, punitiva desde su etimología, se ha desplazado del mundo de los acontecimientos (“cancelar una fiesta”) al de las relaciones humanas (“cancelar a una persona”). El problema está vinculado al proceso de digitalización del mundo, ya que internet es el motor y escenario de la lógica de la cancelación. La web provoca una reducción significativa del lenguaje, lo que facilita una vigorosa mentalidad de extrema derecha. Los miembros de grupos históricamente marginados siempre han tenido componentes identitarios como motores de identificación y resistencia, lo que los impulsa a coexistir entre las diferencias y las acciones transformadoras. Sin embargo, una militancia predominantemente en línea termina replicando prácticas del nuevo populismo autoritario, que, a su vez, también utiliza la identidad, aunque de forma vaga y performativa, como un mantra segregacionista. El resultado de esto es la asunción, por parte de personas más o menos cercanas a lo que se entiende como la izquierda, de una idea de superioridad moral que rige los ejercicios de vigilancia y anulación de diversas divergencias, sobre todo en el espacio, muy poco abierto al debate, de internet, lo que nos impulsa a un espectáculo individualista ávido de ganancias simbólicas (me gusta, breves cumplidos). Cuando la práctica de la cancelación afecta a la literatura, tiende, además de limitar los debates que puedan tener lugar, a perjudicar la igualdad que el texto literario propone entre quienes escriben y quienes leen. La literatura, al superar el esquema forma/contenido, apuesta por un devenir que la cancelación constriñe, aunque el contenido abyecto en las obras literarias siempre pueda ser deplorado.